martes, 30 de agosto de 2011

Todas las siestas del verano



   -¡Que buena foto!-  pensé y enseguida comencé a sentir el calor, las chicharras, los perros, el canto de los pájaros. Era la hora de la siesta, lo sé por la sombra que dan los arboles de atrás. La foto la sacó la tía Elba o el tío Luis para completar el rollo de 36 y poder mandarlo a revelar. Todos los demás, estaban durmiendo, lo que nos convertía en amos y señores del lugar.
   Atrás, a la derecha, casi al borde de la foto, se alcanza a ver la casa de los perros, compañeros inseparables de nuestros recorridos, y que todavía no sé porque extraña razón, costumbre o tradición, todos o casi todos, se llaman Capitán; Sultán; Tarzán; Coli...
   Estábamos listos para la aventura de salir a cazar pájaritos; llevábamos algunas jaulas, con uno o dos "llamadores" y alpiste. También, una bolsa llena de municiones, que habíamos hecho durante la mañana (bolitas de barro que poníamos a secar al sol) y la infaltable gomera.
    Podíamos caminar un buen rato, antes de elegir el lugar para la caza. Después de una pequeña deliberación y conformes con el territorio elegido, acomodábamos las trampas, y nos tirábamos entre los viñedos a esperar y conversar...
   Para hacer honor a la verdad, nunca logramos cazar ningún pájaro, ni con las jaulas,  ni con las gomeras... 
  Pero bueno, lo pasábamos muy bien. Después, mientras volvíamos por el camino polvoriento, conversábamos de como mañana, mejoraríamos las técnicas de caza. Total, nos quedaban por delante, todas  las siestas del verano...